Desde el mismo origen del término, ya estaba claro que la “Tecnología” iba encaminada a mejorar la vida de las personas. Son muchas las aplicaciones prácticas que desde sus inicios ha facilitado el estudio y desarrollo de la tecnología, y no tenemos que irnos muy lejos para darnos cuenta de lo útil que es. Pensemos en nuestro día a día. Videojuegos, ordenadores, relojes inteligentes, pulsómetros, alarmas a distancia… Estamos rodeados de gadgets tecnológicos de todo tipo.

Pongamos ahora un ejercicio práctico. Imaginémonos por un momento cómo sería una semana sin nuestro smartphone. O en ese momento en el que nuestro coche se avería. Ahora nos parece algo casi impensable aunque la gran mayoría de nosotros ya hemos pasado por eso, ¿verdad? La tecnología nos ha aportado soluciones que han derivado en una mayor comodidad a la que nos hemos acostumbrado. Y eso que tan sólo hemos mencionado dos elementos que aportan “bienestar” y no cubren una necesidad básica. Pensemos en las personas que tienen algún tipo de discapacidad. La situación se vuelve aún más complicada. No imposible, cierto, pero sí mucho más difícil.

La tecnología ha permitido diagnosticar multitud de enfermedades, hacer la compra sin necesidad de salir de casa e incluso viajar al espacio. Los avances de los últimos años han demostrado que el nivel tecnológico actual puede solucionar multitud de problemas y en concreto unos que a nosotros nos interesan especialmente: los derivados de la discapacidad sensorial.

En este sentido, los dispositivos móviles apuntan a ser los grandes aliados para proveer nuevas soluciones de accesibilidad. ¿Por qué? Pues por varios motivos. Tienen la capacidad de ejecutar multitud de aplicaciones e incorporan procesadores cada vez más rápidos.  Su autonomía ha crecido exponencialmente con el desarrollo de baterías de mayor capacidad y de pantallas más eficientes. Y quizá lo más sorprendente, han permitido conectar a personas en cualquier parte del mundo para compartir experiencias y conocimiento.

Como anécdotas, el módulo lunar del Apollo XI (el que llegó a la Luna en el año 1968) tenía una memoria RAM de unos 2Kb y cuando Intel lanzó al mercado su procesador MMX en 1996, ofrecía una velocidad de 120 MHz. Hoy en día, el Samsung Galaxy S4, por poner un ejemplo, ofrece un procesador de 2,8 GHz y una memoria RAM de 2 Gb. Si hacemos cálculos, nos damos cuenta de que es 23 veces más rápido que el procesador MMX y tiene una memoria ¡un millón de veces mayor que la del ordenador del Apollo XI!

Batallitas aparte, lo que está claro es que todos estos avances al final se traducen en una solución para cubrir una necesidad concreta. Y esa es parte de nuestra filosofía. Creemos y estamos convencidos de que las nuevas tecnologías y los dispositivos móviles son la vía hacia soluciones innovadoras y de calidad en el terreno de la accesibilidad sensorial.  Nosotros apostamos por este camino. Veremos dónde nos lleva en los próximos años…

Escrito por Diego Carrero

Ingeniero. Todo terreno.

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